Comienza a soltar palabras inconexas, tal vez por impulso.
Como el del amante de la ficción, cuando hila unas con otras las escenas que, como llovizna de imágenes, se mezclan con la mar de archivos desordenados dentro de nuestra preciada mente.
Se habrá alguno topado con ese sentimiento de un conocimiento que no recordamos haber adquirido, o al menos como tal.Ese instante de vacío en el que tu cuerpo y tu mente dejan de pertenecer a este plano.
Ya no eres de aquí, ya no eres tú.
Te conviertes en aquel personaje de tu imaginario, que te lleva más allá de todo lo que fuiste y serás.
Racional e irracional a cada instante, como un vómito bipolar, el pensamiento va y viene.Bien y mal. Triste y feliz, pero siempre nadando hacia algún lugar, a braceadas a veces cansadas; y aunque muchas veces no sabe a dónde va y algunas otras sabe exactamente dónde está.
Con sus manos en movimiento, las palabras se van uniendo en historia, con tantos infinitos y brillos como caracteres tenga, la que en ese momento es la mejor de las historias.
La que luego quizás sean cenizas. Tratando de ser sintético sin serlo, de contar una biografía como un cuento y una novela como un relato; a saber para qué lector y si los habrá…
Pero aquí vamos, se repite una vez más aquel escritor que no sabía que lo era. Y siguen pululando, decía mi abuela, dentro de él los pensamientos de mil especies.
Y se pierde entre abismos técnicos de miles de profesiones, seguramente más rentables y menos deprimentes, pero aun así interminables e imposibles para este ser.
Digna de tantos vicios y ansiedades como lo es el placer. La escritura permitía expresar en palabras ordenadas la cantidad de seres que querría o no haber sido jamás.
Estás hasta donde jamás querrías estar y seguir intacto frente a tu escritorio, tecleando incoherencias en orden, tal vez con la respiración algo agitada y los dedos tensos… pero a salvo.
Y aunque se sigue repitiendo, no sabe quién es. Cada vez que vuelve a su realidad, duda el haber estado ahí realmente.
Aún estaba frente a su hoja en blanco. Solo estaba desvariando una vez más producto en aquella profesión que de vívida imaginación con forma de palabras le hacían creer que estaba escribiendo.
«eliges cada detalle de tu existencia» , grita el cosmos, desde un post-it pegado en la esquina de la carpeta llena de historias sin tipear.
Ya no sabe cómo demostrarle que ahí, en aquello que intentas no mirar. Estuvo ahí desde ese primer momento que te sentiste triste en la vida, ahí donde buscaste ayuda la primera vez que tuviste miedo.
Justo en ese instante estabas eligiendo tu forma de expresión, justo en ese instante buscaba un poquito de felicidad o el alivio en aquel primer llanto de niña reflexiva escribiendo su primer diario o intento del mismo.
Empezó quizá sufriendo su primera decepción, ya no lo recuerda, pero sí aquella, emoción. El suspiro de alivio de haber podido dibujar en líneas de expresión un pensamiento o un anhelo tal vez. Y continuó escribiendo miles de cartas a destinatarios que jamás conocerán los pensamientos de su solitaria infancia y volaban luego mutadas en cenizas.
Tenemos el poder de crear, escribiendo, la vida de seres humanos tan iguales como distintos a nosotros.
Y así como sometemos a aquel bienvenido personaje a ser lo que escribimos.
Nos obligamos a nosotros mismos a recaer en la monotarea, a repetirnos, a dudar. En lugar de escribirnos y obligarnos a ser lo que expresamos.
A elegir entre nuestros mandatos algo que no hubiéramos escrito o quizá no como lo hubiéramos expresado.
Entonces cuando realmente escucha y deja de evadir al cosmos, se dedica a editar los miedos y a reescribir ciertas emociones.A darle vida a las manos, fortaleciendo el personaje que no estamos preparados para eliminar, y matando aquel que no para de cometer horrores lingüísticos.
Y entonces finalmente regala al pobre escritor, sin título oficial, el suspiro de alivio. Por la primera frase con sentido, por ese párrafo que por hoy le dará la oportunidad a algún lector de dejarlo viajar más allá de las realidades sobre las que descansa tranquilamente cada noche.
Aunque quizá jamás se sepa leído y seguirá sufriendo los soplidos de las mil profesiones, hasta volver a empezar. Y seguirá absorbiendo historias para crear el largometraje de una vida incoherente queriendo ser racional.
Dando vueltas en la almohada, fantaseando algún personaje, algún mundo, alguna realidad más para las cenizas que se perderán en el cosmos.
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